domingo, 30 de diciembre de 2007

Robert Capa



Breve biografía

Fotógrafo estadounidense célebre por sus fotografías como corresponsal de guerra. Nació en Budapest, Hungría, en el seno de una familia acomodada. Su verdadero nombre era André Friedmann. Tuvo que exiliarse por su relación con grupos de tendencia izquierdista. Después de estudiar en la Universidad de Berlín (1931), trabajó como asistente de cine. Como corresponsal de la revista Life cubrió la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y la Guerra de Indochina (en la actualidad Vietnam), donde en 1954 murió al pisar una mina. Para Capa el aspecto técnico no era más importante que el drama que un fotógrafo de guerra intenta captar en un momento fugaz e irrepetible. Sus fotografías más conocidas, como las tomadas en 1944 durante el desembarco de Normandía, retratan la violencia de la guerra con un impacto especial. En 1947 Capa fundó la prestigiosa agencia Magnum con el fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson y otros colegas. Esta organización fue la primera agencia mundial de fotógrafos independientes, y es un verdadero banco que guarda en miles de imágenes fotográficas los hechos más importantes acaecidos en el mundo desde la II Guerra Mundial.


Una de sus frases célebres más populares es la siguiente: "If your photographs aren't good enough, you're not close enough." Que en español sería algo así como: “Si tus fotografías no son lo suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente”.

A continuación se comentará dos etapas muy importantes desde el punto de vista fotográfico. Las fotografías de la Guerra Civil Española y las de la Segunda Guerra Mundial.

Trabajo fotográfico durante la Guerra Civil Española



Cuando estalló la Guerra Civil Española en julio de 1936, Robert Capa se trasladó con su novia Gerda Taro a España con el motivo de cubrir los principales sucesos de la lucha. Es preciso resaltar que Capa había huido de Hungría por su rechazo al fascismo alemán. Por ende, en España, se decantó por la causa republicana y con la lucha antifascista. Estuvo en los principales frentes de combate. La fotografía que tienen en la parte superior (justo abajo del título de esta sección) es la más famosa y popular de este gran fotógrafo. Es mundialmente conocida como “La muerte de un miliciano”. Fue tomada en el Cerro Muriano, en el frente de Córdoba el 5 de septiembre de 1936. Esta fotografía ha causado gran controversia. Por mucho tiempo se creyó que era falsa, es decir, que no era el momento preciso de la muerte de un miliciano, sino la representación teatral de un modelo fingiendo morir. Quizá uno de los motivos por lo que algunos críticos fotográficos creyeron que era falsa es porque está impregnado un momento muy preciso: la caída de un miliciano muerto suspendido en el aire; también porque la fotografía mantiene una regla de la composición fotográfica y es la regla de los tres tercios. Los dos puntos principales (los de mayor interés) están colocados en las intersecciones de la izquierda de la fotografía. Otra cosa que hacía dudar de la autenticidad era que para tomar esa fotografía era necesario estar muy cerca del combate. Pero recordemos que Capa solía decir que hay que estar lo más cercano posible para lograr captar la esencia del la guerra, para reflejar el auténtico suplicio que representa para los hombres y mujeres el enfrentarse a otros hombres y mujeres en nombre de un país, ideología o cualquier cosa. Gracias a los últimos estudios sobre la Guerra Civil y al análisis de esta fotografía se pudo conocer la identidad de éste miliciano. Su nombre era Federico Borrell García, con tan sólo veinticuatro años.

La fotografía que se muestra a continuación es la conocida como “el bombardeo de Bilbao” tomada también durante la Guerra Civil. Es impresionante la sensación que provoca contemplar esta fotografía. Logra trasmitir ese estado de confusión, de incertidumbre, y sobre todo el terror reflejado en el rostro de una niña pequeña que toma la mano de su madre. Podemos detectar que la cabeza de la madre, que mira al cielo preocupada por los aviones que se escuchan en el aire, está situada en la intersección superior de la parte derecha de la fotografía (siguiendo la regla de los tres tercios). Está muy bien equilibrada ya que en la parte de la izquierda está el otro grupo de personas que al igual que la madre miran al cielo. Parece una composición perfecta. Tomando en cuenta otra regla de la composición, la de las líneas, podemos darnos cuenta de que hay dos líneas principales que centran nuestra atención a la hija y a la madre (símbolo perfecto de los más desprotegidos). Una de ellas es la del toldo de la tienda y la otra la del borde de la banqueta.




Trabajo fotográfico durante la Segunda Guerra Mundial (Desembarco de Normandía)


Robert Capa estuvo presente en los principales escenarios bélicos de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. De 1941 a 1945 viajó por Italia, Londres y Norte de África. También estuvo presente en el desembarco de Normandía (estas dos fotografías son de ese momento) el día 6 de junio de 1944 (el día-D). Estas imágenes capturaron el dramatismo que este fotógrafo tenía enfrente. Es decir, logró retener la esencia de la realidad de lo que fue el desembarco en la playa denominada Omaha en la terminología de la operación. Es preciso indicar que Robert Capa relegaba las cuestiones técnicas a segundo lugar. Por este trabajo recibió la Medalla de la Libertad impuesta por el general Eisenhower.




De este evento bélico Capa tomó un total de 106 fotografías. Después las envió a un laboratorio localizado en Londres. Ahí un joven trabajador inexperto, nervioso por el poco tiempo que contaba para revelar las fotografías, estropeó la mayoría por el mal uso de la secadora. Sólo se salvaron once.

No cabe duda que las fotografías de Robert Capa componen un documento revelador del siglo XX. Este gran fotógrafo marcó la historia del fotoperiodismo de guerra con un trabajo llevado al límite. Transportando momentos decisivos de la guerra (y lejanos) a las personas que contemplaban y contemplan su obra fotográfica.

martes, 18 de diciembre de 2007

Práctica nueve: ilustra un artículo II

















¿Piensan los jóvenes?

Autor: Jaime Nubiola
Profesor de Filosofía
Universidad de Navarra

Fecha: 20 de noviembre de 2007

Publicado en: La Gaceta de los Negocios (Madrid)



La impresión prácticamente unánime de quienes convivimos a diario con jóvenes es que, en su mayor parte, han renunciado a pensar por su cuenta y riesgo. Por este motivo aspiro a que mis clases sean una invitación a pensar, aunque no siempre lo consiga. En este sentido, adopté hace algunos años como lema de mis cursos unas palabras de Ludwig Wittgenstein en el prólogo de sus Philosophical Investigations en las que afirmaba que "no querría con mi libro ahorrarles a otros el pensar, sino, si fuera posible, estimularles a tener pensamientos propios".



Con toda seguridad este es el permanente ideal de todos los que nos dedicamos a la enseñanza, al menos en los niveles superiores. Sin embargo, la experiencia habitual nos muestra que la mayor parte de los jóvenes no desea tener pensamientos propios, porque están persuadidos de que eso genera problemas. "Quien piensa se raya" -dicen en su jerga-, o al menos corre el peligro de rayarse y, por consiguiente, de distanciarse de los demás. Muchos recuerdan incluso que en las ocasiones en que se propusieron pensar experimentaron el sufrimiento o la soledad y están ahora escarmentados. No merece la pena pensar -vienen a decir- si requiere tanto esfuerzo, causa angustia y, a fin de cuentas, separa de los demás. Más vale vivir al día, divertirse lo que uno pueda y ya está.

En consonancia con esta actitud, el estilo de vida juvenil es notoriamente superficial y efímero; es enemigo de todo compromiso. Los jóvenes no quieren pensar porque el pensamiento -por ejemplo, sobre las graves injusticias que atraviesan nuestra cultura- exige siempre una respuesta personal, un compromiso que sólo en contadas ocasiones están dispuestos a asumir. No queda ya ni rastro de aquellos ingenuos ideales de la revolución sesentayochista de sus padres y de los mayores de cincuenta años. "Ni quiero una chaqueta para toda la vida -escribía una valiosa estudiante de Comunicación en su blog- ni quiero un mueble para toda la vida, ni nada para toda la vida. Ahora mismo decir toda la vida me parece decir demasiado. Si esto sólo me pasa a mí, el problema es mío. Pero si este es un sentimiento generalizado tenemos un nuevo problema en la sociedad que se refleja en cada una de nuestras acciones. No queremos compromiso con absolutamente nada. Consumimos relaciones de calada en calada, decimos "te quiero" demasiado rápido: la primera discusión y enseguida la relación ha terminado. Nos da miedo comprometernos, nos da miedo la responsabilidad de tener que cuidar a alguien de por vida, por no hablar de querer para toda la vida".

El temor al compromiso de toda una generación que se refugia en la superficialidad, me parece algo tremendamente peligroso. No puede menos que venir a la memoria el lúcido análisis de Hannah Arendt sobre el mal. En una carta de marzo de 1952 a su maestro Karl Jaspers escribía que "el mal radical tiene que ver de alguna manera con el hacer que los seres humanos sean superfluos en cuanto seres humanos". Esto sucede -explicaba Arendt- cuando queda eliminada toda espontaneidad, cuando los individuos concretos y su capacidad creativa de pensar resultan superfluos. Superficialidad y superfluidad -añado yo- vienen a ser en última instancia lo mismo: quienes desean vivir sólo superficialmente acaban llevando una vida del todo superflua, una vida que está de más y que, por eso mismo, resulta a la larga nociva, insatisfactoria e inhumana.

De hecho, puede decirse sin cargar para nada las tintas que la mayoría de los universitarios de hoy en día se consideran realmente superfluos tanto en el ámbito intelectual como en un nivel más personal. No piensan que su papel trascienda mucho más allá de lograr unos grados académicos para perpetuar quizás el estatus social de sus progenitores. No les interesa la política, ni leen los periódicos salvo las crónicas deportivas, los anuncios de espectáculos y algunos cotilleos. Pensar es peligroso, dicen, y se conforman con divertirse. Comprometerse es arriesgado y se conforman en lo afectivo con las relaciones líquidas de las que con tanto éxito ha escrito Zygmunt Bauman.

Resulta muy peligroso -para cada uno y para la sociedad en general- que la gente joven en su conjunto haya renunciado puerilmente a pensar. El que toda una generación no tenga apenas interés alguno en las cuestiones centrales del bien común, de la justicia, de la paz social, es muy alarmante. No pensar es realmente peligroso, porque al final son las modas y las corrientes de opinión difundidas por los medios de comunicación las que acaban moldeando el estilo de vida de toda una generación hasta sus menores entresijos. Sabemos bien que si la libertad no se ejerce día a día, el camino del pensamiento acaba siendo invadido por la selva, la sinrazón de los poderosos y las tendencias dominantes en boga.

Pero, ¿qué puede hacerse? Los profesores sabemos bien que no puede obligarse a nadie a pensar, que nada ni nadie puede sustituir esa íntima actividad del espíritu humano que tiene tanto de aventura personal. Lo que sí podemos hacer siempre es empeñarnos en dar ejemplo, en estimular a nuestros alumnos -como aspiraba Wittgenstein- a tener pensamientos propios. Podremos hacerlo a menudo a través de nuestra escucha paciente y, en algunos casos, invitándoles a escribir. No se trata de malgastar nuestra enseñanza lamentándonos de la situación de la juventud actual, sino que más bien hay que hacerse joven para llegar a comprenderles y poder establecer así un puente afectivo que les estimule a pensar.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Práctica ocho: retratos













_______________________________________________________________



Alegre



Indiferente




Triste o preocupada



La práctica de esta semana consistía en retratar a dos personajes. Una de las personas fotografiadas tenía que ser profesor de la Universidad de Navarra y la otra de preferencia un familiar o persona cercana.

Para el primer retrato decidí fotografiar al Prof. Antonio Martínez Illán. Quien es Doctor en Comunicación por la Universidad de Navarra y secretario del Departamento de Cultura y Comunicación Audiovisual. Imparte a los alumnos de tercero de Periodismo la asignatura de Fundamentos Culturales III. Una persona muy amable y sobre todo humilde. Cualidad necesaria para impartir una asignatura tan importante. Hablo de la humildad porque gracias a ella es más factible la unión entre profesor y alumno. Se podría decir que su trabajo esencial es acercar la literatura a los alumnos de la facultad. Un lector ávido de poesía. Cree que es necesario comprender los textos por medio de la razón y no solamente por el sentimiento. El prof. Antonio ha publicado el libro Seis poemas de Joseph Brodsky (Eunsa, Pamplona, 2005) y coeditado Divulgar la ciencia en el año 2000 con la editorial Eunate. Es miembro de la Assocciation of Literary Scholars and Critics, de la Asociación Española de Didáctica de la Lengua y la Literatura y de la Cátedra Félix Huarte de Estética y Arte Contemporáneo.

Para el segundo retrato decidí fotografiar a mi novia Pilar. La iluminación jugaría un papel esencial en el resultado final. Para estas fotografías utilicé una luz cenital muy leve. Además con dos flexos de bombilla azul pude iluminar lateralmente a la persona retratada. Uno lo coloqué a la izquierda y otro a la derecha. Esto funcionó para contrarrestar el flash central de la cámara. Traté de cuidar la composición, sobre todo el fondo. Me gustaba como las arrugas de la sábana utilizada, siguiendo la regla de la composición que trata sobre las líneas, dirigían la atención a la persona fotografiada. Para este segundo retrato habría que capturar tres estados anímicos distintos. La primera fotografía tenía que reflejar alegría o felicidad. La segunda indiferencia (la expresión más utilizada en las revistas de moda) y por último tristeza o preocupación.

martes, 4 de diciembre de 2007

Práctica siete: reflejos















Para el trabajo de esta semana era necesario tomar fotografías de reflejos. No quise fotografiar objetos reflejados en vidrios, espejos ni en agua. Lo que pretendí fue fotografiar la luz. Para estas fotografías (que algunas, podrían pasar como arte contemporáneo) utilicé un flexo con bombilla azul. Probé con otro tipo de focos, pero no lograba el efecto buscado. La luz la reflejé en la parte de lectura de un disco compacto. La cercanía de la bombilla, la postura del disco, la velocidad de obturación fue lo que dio una variedad impresionante. El resultado fue un puñado de pinceladas de colores en el “lienzo” interior de la cámara fotográfica. Fue una práctica muy interesante sobre todo para comprender mejor la composición de la luz. Como ya se sabe, la primera parte de la palabra fotografía quiere decir luz. La segunda parte escritura. Por ende, fotografía es escribir con luz.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Práctica seis: Rincones de Pamplona



















Como su nombre lo indica la práctica de esta semana consistía en buscar lugares de una belleza extraordinaria dentro de la ciudad de Pamplona. La primera fotografía fue tomada en el río que cruza la Universidad de Navarra. En el fondo se puede apreciar la cafetería universitaria. El árbol proyectaba un reflejo impresionante en las aguas tranquilas del río. Como se puede apreciar fue tomada durante el otoño navarro, donde las hojas de los árboles se van tornando de muy diversos colores hasta finalmente adquirir un color dorado y caer. La segunda fotografía fue tomada en el parque Yamaguchi. Un abuelo y su nieto alimentaban a los patos salvajes que en invierno pasan por este lugar. La tercera fotografía fue tomada en las ruinas que hay a un lado de la cafetería de la universidad. Las miles de hojas caídas formaban una alfombra natural muy bella, marcando un horizonte. La cuarta fotografía fue tomada en uno de los puentes más conocidos de Pamplona. La velocidad del obturador fue ligeramente lenta, lo suficiente como para que las luces del automóvil marcaran una estela. La quinta fotografía fue tomada también en el parque Yamaguchi. En donde surge la cascada artificial del parque. Una señora con una carreola pasaba en el momento de la fotografía. Me gusta como quedó un cuadro formado por cuatro puntos rojos. La última fue tomada en el parque La Taconera. Hacía mucho viento. Seis fotos que reflejan la belleza de una ciudad que roza la utopía.


lunes, 29 de octubre de 2007

Práctica cinco: ilustra un artículo I


























Las manos de la “amatxi”
Texto de Asier Barandiarán

El 10 de junio de 1973 se celebró en Oiartzun (Guipúzcoa) un homenaje a un bertsolari. A este acto fue invitado Xalbador, el pastor de Urepel (Baja Navarra). Cuando le tocó su turno, se acercó con solemnidad al micrófono. Su figura mostraba a un hombre sereno y rebosante de confianza. Don Juan Mari Lekuona fue el encargado de comunicarle el tema sobre el que debía cantar de un modo improvisado: “Xalbador, éste es tu tema, las manos de la abuela, “amatxiren eskuak”. Tras unos segundos de concentración empezó a cantar con una melodía suave y nostálgica:

Aizu, amona, aspaldian zu etorri zinen mundura,
ta zure baitan ibili duzu zonbait-zonbait arrangura;
nik ikustean begi xorrotxez zuk duzun esku zimurra,
laster mundutik joanen zarela etorzen zeraut beldurra.

Escucha abuela,hace ya mucho tiempo que viniste al mundo,
y en tu interior has pasado muchas preocupaciones.
Al contemplar con mi fina mirada esas queridas manos arrugadas,
me viene un temor de que pronto tendrás que dejar este mundo.


Los oyentes no esperaban esta salida. Mirando a Xalbador podrían asegurar que no es un ejercicio de erudición y rima el de éste buen pastor. En su cara parecía vislumbrarse una añoranza de esa “amatxi”. Xalbador, sin cambiar el gesto grave y profundo de su rostro, canta su segundo bertso:

Beste amatxi asko ikusi izan ditut han-hemenka,
Jainkoa, otoi, ez dadiela gaukoan eni mendeka:
zure eskuak ez bitza, otoi, behin betiko esteka,
semeatxiak hain maite baitu esku horien pereka.

He visto en todo el mundo a otras muchas “amatxis”,
Señor, por favor, que me perdonen hoy lo que digo,
que tus manos, “amatxi” mía, no se agarroten nunca,
pues éste tu nieto tanto ama las caricias de esas manos
arrugadas.


Cuando los oyentes todavía no se habían repuesto de la emoción, Xalbador lanzó al aire su tercer bertso:

Ene amatxik mundu guzian ba ote zuen berdinik?
Dudatzen nago hardu dukeen nehoiz atseginik;
orai eskuak ximurtu zaizko zainak hor dazura urdinik,
eta ez dago arritzekoa horrenbeste lan eginik.

Mi “amatxi” en todo el mundo ¿acaso tendría una igual?
estoy dudando de que alguna vez hubiese tomado un descanso,
ahora se le han envejecido las manos,
y sus venas azules las tiene ahí a la vista,
no es de extrañar... ¡tanta labor han hecho!

Xalbador con esa mirada suya perdida en el horizonte está viendo a su abuela trabajando, hilando la lana, cuidando la olla en el fuego, meciendo la cuna de su nieto, desgranando las mazorcas de maíz o las cuentas del rosario. Una abuela, con unas manos arrugadas, que fue la memoria de esa comunidad familiar.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Práctica cuatro: Mercado Santo Domingo


















La práctica de esta semana no sólo consistía en ir a tomar fotografías a las personas del mercado Santo Domingo (localizado a espaldas del Ayuntamiento de Pamplona); sino también conversar con ellos, descubrir esas historias impactantes. Al principio todo resultó más difícil de lo esperado. Romper esa barrera que se forma entre las personas en un lugar público fue todo un reto. Habría que mantener una actitud siempre positiva, ser amables, no hacer presión sobre la persona a la que queríamos fotografiar. Con esto me refiero a no llegar directamente con la cámara en la mano cual si fuese una pistola para presionar el botón y tomar la fotografía. Sino primero que nada entablar un diálogo, crear (aunque en poco tiempo) un ambiente de confianza. Y por último capturar el gesto apropiado para cada persona. Un gesto que las hiciera ver alegres, disfrutando de su trabajo o que reflejara el esfuerzo y la dedicación en las labores correspondientes.

Hay que reconocer que la visita al Mercado Santo Domingo fue muy agradable. El trato personal de los vendedores con los compradores es algo único. Esto se ha perdido con la imposición de los grandes supermercados que hacen de lado, muchas veces y en su mayoría, ese trato de persona a persona, símbolo de comunidad y de la necesidad de los demás.